jueves, 23 de febrero de 2012
El Demiurgo
martes, 14 de febrero de 2012
Maurits Cornelis y la escalera de Möbius.
...su ambiciosa empresa había terminado.”
BUFANDA
-Elena Alvarado.
Afuera el día estaba atroz, el termómetro marca cero grados. Para los demás una chamarra es lo suficiente para salir a sus labores. Para mí era peor que andar desnudo en el Polo Norte.
Comienzo mi ritual: una playera de manga larga, un pantalón ambos térmicos, continuo, con otro de franela, un chaleco de algodón, suéter de lana, una chamarra de plumas de ganso y al final un abrigo grande lo suficiente para poder entrar con las prendas anteriores. Después me pongo dos pares de guantes, un gorro y para terminar una bufanda y estoy listo para salir.
Mis amigos, familia y gente se burlan de mí. En el trabajo todos lucen sus mejores prendas de invierno pero yo parezco retrato siempre lo mismo.
No es mi culpa, no exagero, ni soy paranoico u obsesivo, es sólo que mi termostato esta averiado. Esto me dijo el doctor en mi última visita.
El frío en mi cuerpo es como si me clavaran cientos de alfileres por debajo de la piel. En cada ráfaga del viento estos alfileres se hunden más atravesando por cada músculo, vena, articulación, ligamento y así hasta llegar al hueso.
El dolor es insoportable las cremas, ungüentos y medicamentos analgésicos no ayudan en nada, pero los sigo usando con la esperanza de obtener algún resultado.
No me importa si me da pulmonía o neumonía, sino que este dolor sea para toda la vida.
El noticiero dijo que este sería uno de los inviernos más crudos de la historia de la humanidad.
Anoche el frió era intenso, subí el calentador en su máxima potencia pero, no sirvió, el ruido que genera este aparato sólo sirve para quitar el sueño. Me levante de la cama y fui directo a la ventana para ver la luna, fue en ese momento que le pedí a Dios que me ayudara a no sufrir mas este dolor.
Al la tarde siguiente cuando caminaba de regreso a casa me detuve para cruzar la calle y le pedí a Dios una señal de su amor. Entonces paso una camioneta que en la parte de atrás decía “El amor que Dios te tiene es grande e inmenso”
Llegando a casa junto a la puerta se encontraba una caja blanca. La abrí había una bufanda verde, nada extraordinaria, pero el estambre era raro. Se sentía como una nube ligera y suave, me la puse con las demás prendas. Pero algo paso comenzó a darme calor. Todo mi cuerpo sudaba. Se llenaba de un fuego abrazador con el cual sentí como destruyo cada alfiler.
Ya no sentía dolor en mis huesos. Mi sonrisa iluminó toda mi alma.
Salí a la calle, conforme caminaba me fui quitando mis prendas hasta quedarme en pantalón, playera, tenis y la bufanda verde.
Estaba feliz. Esa noche la ciudad, se cubrió de blanco. Al día siguiente todos evitaban salir a la calle y los que lo hacían ahora usaban mi ritual.
sábado, 4 de febrero de 2012
Corazón por Olimpia Barreiro
lunes, 16 de enero de 2012
Ritual
domingo, 1 de enero de 2012
LA CREACIÓN
LLUVIA.
- Elena Alvarado
No supe detenerme esta vez, te pegué hasta que mis puños reventaron de dolor. No es mi culpa, te juro que no. Esta vida de mierda no ayuda en nada. Me ganan los pensamientos, los impulsos, los complejos. No sé pedir perdón. Toca mi cara. El llanto ya traspasó mi piel, por eso tengo tantas
cicatrices. No dudes que te amo, pero tal vez sea hora de que encuentres a
alguien mejor. No la basura que soy.
Fue lo que escribió Iker en la nota que dejó junto a la cafetera. Amada no la vio, tenía el ojo derecho cerrado. Esa noche el meteorológico pronosticó una lluvia poco usual, una en
donde Amada sería feliz por primera vez en la vida. Miró por la ventana esperando se nublara y se apagara el sol. El reloj marcan las seis. Falta una hora para que llegué la bestia.
La masacró por años, con golpes, insultos, groserías, y lo único que supo hacer ella fue quedarse a su lado y serle fiel. Hoy todo cambiará. Los truenos se escucharon. Las primeras gotas empezaron a caer, eran leves, como brisa de ángel. Amada corrió a ponerse el vestido verde olivo que le regaló su madre en su cumpleaños número veinte tres y con el cual parecía una princesa. La lluvia arreció hasta convertirse en una tormenta perfecta. Ella se paró en la puerta de la casa con la mirada fija en dirección a Iker. Éste apareció en su flamante auto rojo, pero al bajarse de éste y poner su pie en el pavimento se percató de que algo raro pasaba. Todo se empezaba a derretir. Corrió a la casa, pero Amada le cerró la puerta. Iker golpeó, suplicó y se humilló para que lo dejara entrar, pero el ácido cubrió su cuerpo y le impidió seguir gritando. El dolor traspasó la piel y los huesos. De él sólo quedó el recuerdo. Eso dijo Amada a todos lo que preguntaban por Iker.
Amaneció, salió de casa con una bolsa hermosa que hacia juego con su vestido. Afuera todo era caos, pero Amada sonrió tan maravilloso que opacó al sol para siempre.